Arquitectura

Rodeado de espejos de agua y de un entorno poblado de plantas nativas, el Templo Bahá’i de Sudamérica es una estructura luminosa, en forma de cúpula, que evoca la ondulada topografía de los Andes y parece flotar a uno 30 metros por encima del suelo. Sus nueve alas monumentales de vidrio enmarcan un espacio de oración abierto y accesible, que puede acomodar hasta 600 visitantes en asiento de madera de nogal y cuero. Al mirar el óculo central, en el vértice de la cúpula, los visitantes podrán apreciar el fascinante traspaso de la luz dese el exterior de vidrio fundido hacia el interior de mármol translúcido de Portugal. Al atardecer, la luz del ocaso capturada en las paredes fluctúa entre el dorado, el ocre y el rojo intenso.

Después de catorce años de trabajo, la Casa de Adoración de Sudamérica constituye el último de los ocho templos continentales que conforman la gama de excepcionales edificios que la comunidad bahá’í ha erigido.

Sin rituales o clero, sin iconos o imágenes, los templos bahá’ís buscan reflejar un ideal de culto universal, donde hombres, mujeres y niños pueden reunirse como iguales. Para la Fe Bahá’í es fundamental el concepto de voluntariado o servicio, pues es lo que permite lograr la plenitud de la fe. Con el tiempo, universidades y hospitales se han de construir en las cercanías de los templos. En Chile, la conexión con la comunidad ha inspirado la transformación de un antiguo club de golf en un centro de educación para la juventud.

La apertura y la transparencia definen tanto la estructura como su sitio. Se puede acceder al Templo Bahá’í por nueve entradas situadas a intervalos regulares alrededor de la estructura en forma de cúpula, mientras lo senderos curvos invitan a los visitantes a una caminata meditada atravesando ondulados jardines. El reconocido arquitecto paisajista chileno Juan Grimm diseñó el paisaje sostenible que se extiende generosamente alrededor del Templo.

Los visitantes del Templo pueden apreciar los serenos jardines que se acomodan en las rutar de una vista privilegiada tanto del Templo como de Santiago, cuyo centro se encuentra a sólo 14 kilómetros de distancia. Un trabajo de colaboración con la Municipalidad de Peñalolén ha permitido plantar quillayes nativos en el marco de su programa ambiental “Crece Verde”. Adicionalmente, más de 6000 árboles se han plantado o están creciendo en un vivero establecido para el paisajismo del Templo.

El diseño de una estructura tan compleja y variada como las formas orgánicas de la naturaleza requirió el uso de la tecnología informática más avanzada. El equipo de Hariri Pontarini renovó su propio sistema de representación virtual del edificio, utilizando un proceso de fabricación “de máquina a máquina” para crear en vidrio formas orgánicas muy irregulares.

“El objetivo era lograr una interacción de aparentes contradicciones: quietud y movimientos; simplicidad y complejidad; intimidad y carácter monumental”, dice el principal encargado del diseño y socio responsable, Siamak Hariri. “Procuramos la solidez y al mismo tiempo crear u edificio capaz de disolverse en la luz”.